sábado, 16 de enero de 2010

ANDALUZAS EN LA GUERRA CIVIL


A la hora de realizar investigaciones sobre lo que fue la Guerra Civil española (1936-1939), no se puede dejar de lado la figura de la miliciana.

El número de mujeres que marcharon al frente para combatir por el bando republicano fueron llamadas 'milicianas' su numero no fue muy elevado, pero forjaron un mito bélico. La mayoría de ellas permanecieron en la retaguardia realizando los trabajos que los hombres habían dejado para marchar a la guerra. Aun así, resulta muy significativa la presencia de aquellas mujeres en el frente.

Las milicianas representaron una nueva imagen de la mujer, distinta a la tradicional, fruto de las necesidades bélicas. Las mujeres que empuñaron las armas surgieron en la zona republicana de manera espontánea durante los primeros días de la guerra.
Primero fueron mitificadas por las autoridades republicanas y más tarde desprestigiadas.

En la zona controlada por las tropas sublevadas las milicianas estuvieron consideradas como la antítesis de lo que debía ser la mujer decente (cuidar a los heridos, amparar a los soldados y alimentar a sus hijos, etc,.), y cuando fueron capturadas sufrieron la represión.
Las milicianas se convirtieron en un referente para las organizaciones de izquierdas de muchos países europeos antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial.

Si bien en Andalucía el número de andaluzas que participaron activamente combatiendo en el frente fue muy reducido, no pueden quedar en el olvido las vidas de otras mujeres que, de muy diferentes maneras, vieron marcadas sus vidas con el horror y la miseria de la guerra, teniendo en muchos casos que acudir a un obligado exilio que les alejaría, en muchos casos para siempre, de la Andalucía que les vio nacer.

Aunque las mujeres no permanecieron en los frentes de combate más que unos meses, son un exponente para el estudio de las relaciones de genero en España, Andalucía y para el estudio de la Guerra Civil.

Jaén:

Antonia Robledillo, enlace del maquis Alfonso «El Sastre», líder comunista local de Cabra del Santo Cristo. Por simple compromiso político, marchó en su ayuda, acompañada de su hijo, a la cueva del maquis, donde éste fue abatido y ella detenida, el 22-1-1944.
En total, 26 mujeres en los montes del Centro-Sur de España, de las cuales: 3 fueron capturadas, a 8 las mató la Guardia Civil, 2 se entregaron, una logró salir a Francia, otra fue «ajusticiada» por la propia guerrilla en Madrid, y una más, sin datos. Por provincias, Cáceres y Córdoba tuvieron 7 mujeres en el ma­quis; Badajoz, 4; Ciudad Real, 3; Jaén, 3; Albacete, 2; una en Toledo y Jaén (que sepamos), más otra sin localizar.

Jaén:

Julia Llamas Lara, de Beas de Segura, eliminada por sospechas de ser enlace.

Magdalena Aranda Hernández, de Huelma, acribillada en el cortijo Nicolasa, por dar cobijo al guerrillero Tomás «El Chaparro», el 20-8-1944.

Antonia Expósito Carmona, víctima de la «ley de fugas», junto con su marido y cuatro personas más, en el cortijo Loma Serrano, de Alcaudete, por supuesta ayuda a la guerrilla, el 31-12-1946.

Antonia Pantoja Carrillo, de Andújar, acribillada junto a su hermana, cuando se dirigían a llevar medicinas a la guerrilla, en el Barranco Higuerón, el 24-7­1949.

María Pantoja Carrillo, hermana de la anterior, en la misma fecha y lugar.

Hasta aquí, una muestra de los datos que ha sido posible hallar sobre la con­tribución en sangre de las mujeres por su apoyo a la guerrilla o por simple pa­rentesco. Habría que completar el cuadro con los miles de torturadas, peladas al cero, purgadas con ricino, insultadas, vejadas y encarceladas, que sufrieron la quiebra de sus haciendas, la ruina de sus hogares y el desamparo de sus hijos.