El 9 de Abril de 1609, se promulgó el decreto de expulsión de los, aún hoy, intencionadamente mal llamados “moriscos”. En nuestra tierra, suponía la culminación de una política represiva contra el Pueblo Trabajador Andaluz, iniciada tras la entrada de las tropas europeas peninsulares, y transformada en proceso exterminador contra el sector más combativo del mismo a partir de la ocupación de Granada. El nacimiento del españolismo se asienta sobre el mayor genocidio conocido, el sufrido por los andaluces. Muchos pueblos han sido masacrados pero sus supervivientes conservan el conocimiento de sí. Otros han sido eliminados, pero el recuerdo de su singularidad perdura. El caso andaluz es diferente, no solo es el de una nación ocupada, un pueblo oprimido, unos resistentes perseguidos, expulsados o asesinados por cientos de miles, sino, además, el único en el que se ha logrado la desaparición la noción de su misma existencia como país, como pueblo, incluso en la conciencia de los propios andaluces.
El imperialismo occidental comenzó a manifestarse y actuar en la península. Su primer prototipo fue el españolista. Sus políticas colonialistas sobre Andalucía inician la etapa de preponderancia europea asentada sobre el robo y la explotación institucionalizados sobre otros pueblos, que se trasladaría al continente americano y que consolidaría su posterior control sobre el Planeta. El Imperio Español no comienza con la conquista de America sino con la de Andalucía. La mitología justificativa de la ocupación de nuestra nación, de la negación y expolio de nuestro pueblo, está en las fábulas historicistas que se inician con la supuesta invasión árabe, continúan con la llamada reconquista y concluyen en la pretendida repoblación exterior y expulsión de la población autóctona. Mediante este conjunto de cuentos se perpetúa el genocidio identitario de nuestro pueblo. Aquí solo hay y solo ha habido andaluces. Nuestros “moriscos” constituían la resistencia popular de la época. El sector del pueblo que tras siglos de opresión y represión aún se negaba a la rendición, al sometimiento, a renunciar a ser y vivir como andaluces libres. En nuestra tierra no ha habido más invasión que la española, ni otras reconquistas que las luchas de los andaluces por recuperar su tierra y su libertad.
Nación Andaluza denuncia la hipocresía y falacia de los aparentes reconocimientos a los “moriscos” promocionados por la socialdemocracia y el neo-regionalismo. Unos “moriscos” reinventados según los intereses españolistas, alienadores y negacionistas de nuestra identidad. Unos “moriscos” presentados como ajenos a nosotros y nuestra realidad, descontextualizando sus actuaciones y haciéndolas aparecer sin relación con Andalucía, su pueblo y circunstancias, despolitizándolas y adjudicándoles porqués meramente religioso-culturales. Un reconocimiento real conllevaría, ineludiblemente, su conceptuación como combatientes por la independencia andaluza, y el de su lucha y motivación como legítima defensa frente a la agresión e invasión española. Un reconocimiento objetivo tendría que extenderse al pueblo del que formaban parte; su existencia sojuzgada, la ocupación de su nación y la defensa de su derecho a volver a ser libres. Incluir una nítida negación de españolidad y una reafirmación sin ambages de nuestra identidad singularizada. Además de la devolución a sus descendientes del derecho incondicional al regreso, el mejor homenaje a esos andaluces sería proseguir la pelea por la causa de su levantamiento: la liberación de Andalucía del yugo español.
¡Por Andalucía libre!
¡Independencia y socialismo!